lunes, 5 de octubre de 2009 | By: Abril

Palabras corregidas


Sueños que revelan pausadas madrugadas. Silencios que se esconden entre susurros. ¿Por qué te fuiste? Tú regreso es el mío. Una espera que alarga la sombra de tu olvido, en esta lúgubre estancia que se encarga de darle cobijo. Porque los dos fuimos conscientes de que no fue suficiente. Las rendijas de los cristales rotos fueron su perdición.

Nadie se ha atrevido a quitarlos del medio. Fuimos demasiado cobardes para enfrentarnos a su recuerdo. En él, nos reflejábamos. En él, éramos lo que nunca desearíamos haber sido. Prisioneros de nuestros estúpidos actos célibes.

Aquellos excesos verbales sin vuelta atrás. El sin perdón del perdón. El vivir sin vivir. El trasnochar por ti. ¿Acaso no lo ves? ¿Acaso no lo aprecias? El vestigio de lo escrito te tiene que alcanzar allá en donde estés. No me sigas maltratando con tú sucio desaliento. Conoces a la perfección mi sufrimiento. Siempre fuiste la luz del espejo en plena soledad. La que sabía que la última gota en colmar un vaso lo puede llegar a romper.

Como así fue. Ahí sigues, mirándome con los ojos gélidos del rencor. Vuelve, regresa de una maldita vez para que mi pesada conciencia pueda al fin descansar.

El sueño me vence. Otro día que amanece sin ti. Al otro lado del pasado se van mis escasas esperanzas. Ninguno de los dos puede pensar en otra noche más de pensamientos baldíos.

¿Por qué no llamar? ¿Por qué el eco del silencio habla por ti? ¿Por qué el engaño nos pertenece?

Porque nos odiamos. Sencillamente por eso. Nos odiamos, y solamente tú lo supiste ver a tiempo. Por eso te quiero, Sara.

(De la red)